Corumbau, que en lengua pataxó significa “lugar lejano”, es una pequeña aldea de pescadores de poco más de 2.000 habitantes, ubicada en el extremo sur de Bahía, entre pueblos indígenas y lagos que desembocan en el mar, acantilados de arcilla blanca y, por supuesto, el famoso arenal que forma un magnífico camino dorado de casi 800 metros en marea baja.
Canto de Jurema es un lugar de sanación, encuentro y aprendizaje. Sobre todo, con total respeto e integración con el medio ambiente y las comunidades locales, intentando evolucionar constantemente, siempre en el camino del ecosistema. El diseño constructivo de sus alojamientos sigue las premisas de la bioconstrucción y la arquitectura de bajo impacto ambiental desde el primer ladrillo, hecho de adobe.
Es el destino ideal para quienes buscan encontrar el equilibrio con el mar en calma y la frondosa vegetación, así como para quienes buscan experiencias holísticas, turismo colaborativo y aprender técnicas de construcción sustentable. El propósito es atender las necesidades individuales y colectivas de diversos perfiles de clientes, siempre observando el bienestar y la comodidad de cada uno.
Aquí creen que la integración y el respeto por la naturaleza deben ir de la mano con el progreso de la comunidad y la inevitable expansión ocupacional de Corumbau. Canto de Jurema enseña el arte de vivir sano en armonía con la naturaleza. Como resultado, impulsa el turismo en la región y genera ingresos para toda la comunidad.
Último distrito del municipio de Prado, Corumbau limita con Porto Seguro a través del río que lleva su nombre, donde en la orilla opuesta se encuentra la querida Aldeia do Bugigão, y los buggys que llevan y traen turistas diariamente desde su bella y bulliciosa vecina Caraíva .
Los 2500 ladrillos del chalet se fabricaron en el lugar por ellos mismos, con sus manos y pies.
Esta bendita localidad también forma parte de la RESEX Corumbau, administrada por el ICMBIO y protegida por manejos pesqueros específicos y artesanales, abundantes en la gigantesca cadena de corales de Itacolomis y Mato Grosso, que garantizan mar tranquilo y cálido todo el año en sus 15 km de playas de arena blanca.
Por otro lado, las espectaculares ballenas jorobadas también los visitan de julio a septiembre, y es posible observarlas durante la época de cría.
Algo para destacar, y que va de la mano con lo que expresamos mas arriba, es que en la construcción del Glamping se utilizaron una serie de técnicas de bioconstrucción, tales como: Roof Garden; reutilización de vidrios de automóviles; reutilización de la madera sobrante; reutilización de botellas; ventilación cruzada; iluminación natural y otras iniciativas que aseguran un óptimo confort térmico. Para los que todavía sienten mucho calor, tiene aire acondicionado.
Los 2500 ladrillos del chalet se fabricaron en el lugar por ellos mismos, con sus manos y pies. El adobe es una mezcla de cáscara de coco seco, estiércol/fibra corta y tierra, secado al sol o a la sombra. El uso de tierra cruda en la construcción mantiene el equilibrio térmico del edificio y posee fuertes propiedades terapéuticas.