Parque Nacional Los Alerces, Chubut

El Parque Nacional Los Alerces es considerado uno de los más bellos del país. Ubicado en la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina, limita al oeste con Chile. El área protegida abarca una superficie de más de 260.000 hectáreas que comprenden numerosos ecosistemas: selva, bosque y estepa. Trece lagos y ríos conectados dan identidad a la geografía singular del lugar y ofrecen el contexto ideal para pescar, navegar o, simplemente, contemplar extasiado el entorno.

La reserva fue creada en 1937 con el objetivo de proteger una de las especies más emblemáticas, el alerce, llamado por los nativos mapuches lahuán: “el que guarda la sabiduría”. El primer punto estratégico para su recorrido es la Villa Futalaufquen, que se encuentra a 50 kilómetros de Esquel y limita con la majestuosa Cordillera de los Andes. En la zona de mayores precipitaciones crece este árbol milenario que le otorga su nombre, cuyos ejemplares alcanzan los 3.000 años.

El sitio cuenta con una amplia propuesta de sendas de trekking de distintas dificultades y es uno de los cinco Parques Nacionales que conforman la Huella Andina. Durante el recorrido se atraviesa un alero con pinturas rupestres que atestiguan la presencia de los primeros pobladores de la región. Dentro de los atractivos se destacan también la Laguna Larga y Escondida, la cascada Irigoyen y Arroyo del Hacha, los Cinco Saltos y el Lago Verde; desde donde se obtiene una de las mejores panorámicas.

“Trece lagos y ríos conectados dan identidad a la geografía singular del lugar y ofrecen el contexto ideal para pescar, navegar o, simplemente, contemplar extasiado el entorno”.

Para los más aventureros se encuentra el Cerro Dedal; cuyo final de senda deja ver el lago de origen glaciar Futalaufquen. Otra de las opciones es el Lago Krugger, que permite acampar en el sector de Playa Blanca. Ambas excursiones son de alta dificultad, pero vale el esfuerzo para las piernas y los pulmones: el flechazo de amor en estos lugares es inmediato. No importa la nacionalidad de quienes accedan a los recorridos: todos nos asombramos en el mismo idioma.

Recorrer el área protegida implica un constante camino de subidas y bajadas, en cuyos rincones se encuentran miradores que conducen a increíbles vistas. Alojarse dentro, como en cualquier otro de los 35 parques argentinos, es un viaje de ida al éxtasis constante: los colores, el aire puro y la ancestralidad de la naturaleza no puede ser descripto sino vivido. Hay que estar cara a cara con “el abuelo”, el alerce más antiguo del lugar, para comprender por qué cuesta tanto despedirse de allí.

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