El Chaltén, una villa del Parque Nacional Los Glaciares ubicada en la provincia de Santa Cruz, es uno de los mejores destinos de glamping del país. Meta de escaladores y excursionistas, la localidad debe su nombre a la colina más famosa del lugar y significa cerro que humea debido a las nubes que (casi) siempre coronan la cima y que contadas veces al año dejan ver completa su majestuosidad.
Allí la naturaleza domina y el rey del que hablamos es el Monte Fitz Roy; llamado así a pedido de Charles Darwin “en honor” al comandante británico que recorrió el río Santa Cruz en 1834. Sin embargo, en el último tiempo Argentina lucha por recuperar la denominación ancestral de la montaña sagrada para los pueblos originarios, en desmedro de la designación con la que es conocido mundialmente.
El joven pueblo fue fundado en 1985 con el objetivo de reforzar la soberanía de la zona tras una disputa territorial con el vecino país de Chile; conflicto resuelto en 1994. Cuenta con una avenida ancha, la San Martín, rodeada de pintorescas casas, tiendas y restaurantes donde probar cordero patagónico, dulces caseros y cerveza artesanal. Y lo mejor: es el punto de partida de una infinidad de alternativas de trekking.
“La localidad debe su nombre a la colina más famosa del lugar y significa cerro que humea debido a las nubes que (casi) siempre coronan la cima”.
Dentro de los principales atractivos se encuentra la Laguna de los Tres, uno de los senderos más conocidos de El Chaltén. Durante su recorrido se aprecian los bosques de Nothofagus, la Laguna Capri y una primera vista panorámica al Fitz Roy. Continuando el ascenso es posible llegar a la Laguna y al Glaciar de los Tres, el punto más cercano al mítico cerro, tan próximos que hasta parece que se pudiera tocar.
Otro de los imperdibles es el Lago del Desierto, que permite navegar en catamarán y hacer caminatas de distintos grados de dificultad. Esta excursión bordea al Río de las Vueltas y permite apreciar la silueta del fotogénico Fitz Roy. Pero sin dudas su fuerte es la Laguna Huemul, alimentada y custodiada por el glaciar del mismo nombre, belleza frente a la que nadie puede permanecer insensible.
Anfitriona de lujo, la villa premia a los visitantes que buscan escalar, andar en bicicleta, pescar y cabalgar. Regala y deja a nuestro servicio milenarias masas de hielo, grandes lagos y bosques nativos de ñires y lengas; algunos de los paisajes más hermosos del país que invitan, cámara en mano, a inmortalizados para siempre. Un verdadero deleite visual.