Capilla del Monte, Córdoba

Capilla del Monte, un bucólico pueblo del norte del Valle de Punilla, en la Provincia de Córdoba, es reconocido por su roca en forma de zapato y por albergar la primera calle techada de América Latina. Pero, sobre todo, por ser una localidad que “trasciende en la vastedad del universo”. Plagado de historias de OVNIs y criaturas del más allá, se convirtió hace tiempo en la meca de turistas espirituales y curiosos que arriban en busca de infinitas posibilidades.

Además del goce de la naturaleza que la rodea, cuenta con la presencia del mítico Cerro Uritorco, que con sus casi 2.000 metros de altura guarda la potestad de asombro. Para los comechingones, los primeros habitantes naturales de la región, era tierra sagrada. Debido al hallazgo de elementos y utensilios se cree que estas comunidades vivieron en la cuenca del Río Dolores, que atraviesa los paisajes hoy llamados Águila Blanca, Los Mogotes y Los Paredones.

Allí conviven, en perfecta armonía, domos geodésicos, un templo tántrico y hoteles con rincones dedicados a la meditación, excursiones nocturnas y ferias que con las primeras luces del atardecer comienzan a vender gemas, sahumerios, palo santo, hierbas y velas. En algunos puestos ofrecen también lecturas de registros akáshicos y armonización de chakras. Completan el panorama los bares donde degustar la cerveza artesanal Erks, elaborada en Capilla del Monte, y el Museo del Ovni.

“Plagado de historias de OVNIs y criaturas del más allá, se convirtió hace tiempo en la meca de turistas espirituales y curiosos”.

Dentro de los paseos se destacan los senderos no tradicionales a través de montañas, faldeos, quebradas, ríos y lagos, acompañados por el aroma inconfundible de las hierbas nativas de la zona. El Dique El Cajón, ubicado a tres kilómetros de distancia, es el ideal para practicar deportes acuáticos durante las tardes de verano y el parque Los Terrones; un conglomerado de tierras rojizas con formas caprichosas talladas por la erosión del viento y el agua, es otro de los imperdibles.

Un capítulo aparte merecen las grutas de Ongamira, el mayor refugio del pueblo comechingón. Los morteros, entre otras huellas de un pasado vibrante, dan testimonio de la vida antes de la llegada de los españoles a América Latina. Con atractivos difíciles de encontrar en otros destinos, con una mística que mantienen intacta sus habitués, con la premisa de encontrar la armonía entre el cuerpo y el alma, solo resta preguntarnos por dónde empezar.

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